jueves, 12 de abril de 2007

Zona de Comfort

Soy una persona a la que le asustan los retos, la intimidan y hacen que su confianza se vea reducida a un cacahuate, sin embargo, cuando éstos se presentan no huyo de ellos, los afronto y trato de salir lo mejor librada que pueda.

En este caso, mi zona de comfort es cuando ningún reto toca a mi puerta, cuando hago las cosas que me gustan sin correr riesgos y puedo disfrutar de una tarde sin tener que pensar en el evento o suceso que debo afontar próximamente. Tristemente esa es mi zona de confort.

Mucho tiempo me mantuve dentro de esa zona, pero últimamente he tenido que abandonarla más seguido y por periodos más largos de tiempo. Como lo dije antes, no me gustan, pero tampoco les huyo así que mi actitud ante esos momentos siempre es: "tarde o temprano lo tengo que afrontar, así que es mejor de una vez" y me lanzo a enfrentarlos, con todo el temor del mundo.

Muchas veces el pánico me ha controlado y fracaso rotundamente en mi salida de la zona de comfort, entonces corro a refugiarme en ese acogedor lugar esperando que en cualquier momento de nuevo algo toque a la puerta. A pesar de mi pánico, terror y miedo cada vez que la salida trae buenos resultados, me siento siento libre, con ganas de hacer lo que viene y dispuesta a dejar la zona de comfort, lo malo es que cuando paso mucho tiempo "encubada" la pasividad se apodera de mi, borra los nuevos bríos y me convierte en la niña temerosa de la adversidad.

Últimamente, las salidas han sido tan frecuentes que casi, he dicho casi, me acostumbro a estar fuera de la burbuja, pero no es fácil no querer regresar a la tranquilidad que también se puede traducir en mediocridad. En este caso veo que el peor enemigo que tengo soy yo y mis surgimientos dependientes.

Estar atada a ellos me hace olvidar que afuera hay toda una vida y oportunidades puestos para aquéllos aventureros que rompen el cordón que los une con su zona de comfort.

Al ver que mi zona de comfort no es más que el lugar donde me refugio del exterior, me doy cuenta no sólo de que yo soy mi propio enemigo, sino que ahí nado en la mediocridad, en el miedo y el conformismo, resultado de no haber visto éxitos y fracasos como lo que son: vacío y haberles conferido valores y pesos tan altos que habián puesto un candado a la puerta que me permitía salir de la burbuja.

Es reconfortante saber que en estos días, tengo la llave y puedo salir de ahí las veces que quiera por el tiempo que quiera, basta que yo me decida.

TENER LA RAZON

Ja!, nada más difícil que este ejercicio, desde que lo describíó Eduardo supe que esta semana sería larga tan larga. Tener la razón es la principal fuente de conflictos en mi vida cotidiana, así que al dejar de tener la razón tuve que morderme la lengua para no argumentar a mi interlocutor.

E incluso, quienes bien me conocen, se sorprendieron de mi actitud consecuente y poco argumentativa. No puedo decir que cada uno de los días lo logré, pero aseguro que me esforcé hasta el punto de la desesperación. Sí me sentí más tranquila y me evité, las veces que logre cerrar la boca, discusiones absurdas y sin sentido.

Debo confesar que no creo cambiar mucho en este aspecto, pero creo que mi ojo avizor, como cada semana, tiene un nuevo aspecto que vigilar.

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