jueves, 12 de abril de 2007

Muerte a las 10...

Como era de esperarse, hasta a mi propia muerte llegué tarde, al menos a la ficticia. Justo a las 11:30 de la noche un sobresalto hizo que mi atención se desviara completamente de la película que estaba viendo.

Me levanté del sillón y sin pensarlo dije: "chin, se me olvidó que me iba a morir". Si mi familia no estuviera más que acostumbrada a mis pensamientos en voz alta, ese comentario hubiera generado cierta preocupación, por eso solo me voltearon a ver y, sin decir más, regresaron su atención a la pantalla, yo intenté hacer lo mismo pero una pregunta se apostó en mi mente: "¿Y si en verdad hubiera muerto?".

He de confesar que si existe un tema al que rehuyo invariablemente es precisamente ese, el de la muerte, nunca me he sentido capaz de enfrentarlo e incluso en los momentos en que su guadaña implacable ha golpeado mi vida he encontrado la manera de escabullirme, huir y pretender que nada ha pasado, pero no es así y, en el fondo, estoy conciente de que algún día, por más que me esconda, me encontrará.

Ese sábado en que iba a morir, al percatarme de que mi corazón aún latía, que mis órganos aún funcionaban y mi mente aún podía enviar señales al cuerpo, el miedo me invadió, las preguntas y los reproches se agolparon en mi cabeza y comencé a recordar los errores que hasta el mmento me han marcado, no los triunfos y buenos momentos, sino los tropiezos y malos momentos que hubieran convertido a ese sábado en el peor día para morir.

Terminé de ver la película sin saber en qué terminó, me fui a acostar y durante los pocos minutos que tardé en conciliar el sueño no pude dejar de pensar en todo lo que me he perdido por darle demasiada importancia a los surgimientos dependientes, hasta ahora sé como nombrar a esos sucesos que siempre lograban sacar lo peor de mi.Como por arte de magia desperté y el miedo había desaparedico, incluso se había borrado de mi mente el hecho de mi "muerte" del día anterior, qué fácil es olvidar lo que no conviene, lo que nos enfrenta con la realidad.

Fue hasta casi mediodía cuando lo recordé y debo decir que el simple hecho de imaginar dejar de existir terrenalemte es un pensamiento muy poderoso, tanto que te obliga a replantear tu forma de vida, aunque sea por unas horas.Sería falso decir que después de ese día mi vida cambió y me encontré con una nueva Lilia, pero sí puedo decir que después de ese día he podido estar más conciente del momento que vivo y, aunque levemente, el ojo avizor no solo observa, sino que me ayuda a mantener un contacto diferente con la realidad. Un contacto que espero me permita tener un modo de vida diferente hasta el día en que llegue puntual a la cita.

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